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Bethesda apadrina una IP inédita aun a finales de generación. Dishonored clava su daga en cuanto expone su estilo. Arkane Studios da forma a una de las mejores experiencias en sigilo de todos los tiempos. Un escalofrío recorrerá al sorprendido. Acaba de nacer una obra de culto.



Se empezó a hablar de Corvo Attano y parece que se detuvo el tiempo. ¿Infiltración en primera persona dentro de un universo sci-fi con estética steampunk y neovictoriana?, ¿un asesino ágil y que busca venganza?, ¿con grandes creativos de la industria implicados?, ¿la mejor IA y apertura de posibilidades de últimamente?, ¿un shooter valiente y a contracorriente capaz de obviar la fórmula Call of Duty?... Algo sucedía con Dishonored, la gran obra de Bethesda para este año en PC, PlayStation 3 y Xbox 360 y un producto siempre rodeado de dudas y extrañeza, no exento tampoco de polémicas, puestas en duda y retrasos. Algo fuera de lo corriente parecía acercarse hasta su llegada definitiva el 12 de octubre, aunque una todavía joven y no del todo fiable Arkane Studios estuviera dándole forma, eso sí, con el absoluto beneplácito de la editora de Skyrim o Fallout. ¿Qué iba a ser Dishonored exactamente? Ya tenemos respuesta: es quizá la gran sorpresa de 2012 y un clásico instantáneo, una obra que se quedará en título de culto para los defensores de la originalidad y la innovación, hoy muy echada de menos al encontrarnos inmersos en los últimos coletazos de la actual generación de videojuegos. Malos tiempos para la creatividad.
Precisamente ese riesgo, ese paso a ciegas que supone lanzar una nueva IP a finales de un ciclo que ha durado casi ocho años y aún promete unos cuantos meses más, es un punto a valorarle a sus responsables, que han acabado manejando presupuestos y un volumen de trabajo de absoluto Triple A. Pero más allá de esto y sin caer en compasión superflua, hay que evaluar a Dishonored como lo que es, un videojuego que recopila ideas y jugabilidad y las introduce en un marco hipotético original que intenta ganarse al jugador. Por supuesto lo consigue, lo sobrepasa, es capaz de sacar a relucir una identidad única desde la primera hora de juego del buen puñado que conlleva, aunque eso sí, nunca más allá de su historia y propias avenencias. Ni multijugador, ni modos extra, ni rankings online... No contempla nada de esto ni lo necesita, las misiones de su historia son tan férreas y llenas de posibilidades y rutas de exploración que Dishonored puede permitirse el lujo de ser un singleplayer tradicional capaz de ofrecer muchísimo sin plantearse siquiera material de relleno para dar algo más al jugador, satisfecho en cuanto lo recorra.
 
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